CALIFICACIÓN: MUY BUENA
Dirección: François Ozon.
Países: Francia y Reino Unido
Año: 2003.
Duración: 102 min.
Interpretación: Charlotte Rampling (Sarah Morton), Ludivine Sagnier (Julie), Charles Dance (John Bosload), Marc Fayolle (Marcel), Jean-Marie Lamour (Franck), Mireille Mossé (Hija de Marcel), Lauren Farrow (Julia), Sebastian Harcombe (Terry).
Guión: François Ozon y Emmanuèle Bernheim.
Producción: Olivier Delbosc y Marc Missonier.
Les recomiendo esta película para los amantes del cine francés y para aquellos que no lo son se pueden sorprender también. Se puede conseguir en DVD.
Aquí François Ozon sigue perfeccionando su estilo cinematográfico y ofreciéndonos momentos de buen cine en películas que, nos hablan con un lenguaje excéntrico, con una sensibilidad incomparable y nos devuelven el placer del cine que nos moviliza, nos hace pensar y nos deja con la sensación de replantearnos una y otra vez las diferentes instancias de la narrativa del film.
El director francés vuelve al terreno del suspenso con una piscina, dos mujeres y un molesto cadáver como elementos principales. Sarah Morton (Charlotte Rampling), escritora inglesa de novelas policíacas de gran éxito, viaja a Francia, a Lubéron, a la casa de su editor para descansar y escribir su próximo libro. Pero una noche, Julie (Ludivine Sagnier), la hija francesa de su editor, se presenta en casa y rompe con la tranquilidad de la novelista.
Situada en una casa de veraneo, Ozon nos pone en escena a un dúo que hace la combinación perfecta y los ingredientes necesarios para la película: Charlotte Rampling, quien en toda la plenitud de su experiencia sigue gozando de una presencia impresionante, una profesionalidad maestra y un cuerpo admirable, y Ludivine Sagnier, joven, hermosa, dando sus primeros pasos en la actuación, seduciendo en todo momento. De esta forma explora los recónditos mundos del espíritu femenino y establece un juego de reflejos y paralelismos, de proyecciones e influencias.
La historia irá evolucionando desembocando en el thriller psicológico. El uso de la ambigüedad se demuestra en cada momento y resignifica cada escena. Con un ritmo pausado, la película avanza con solidez demostrando elegancia y suspenso a la vez. La aparición de un final abierto le da la posibilidad al espectador de darle varias interpretaciones. Nada es lo que era.
El director francés vuelve al terreno del suspenso con una piscina, dos mujeres y un molesto cadáver como elementos principales. Sarah Morton (Charlotte Rampling), escritora inglesa de novelas policíacas de gran éxito, viaja a Francia, a Lubéron, a la casa de su editor para descansar y escribir su próximo libro. Pero una noche, Julie (Ludivine Sagnier), la hija francesa de su editor, se presenta en casa y rompe con la tranquilidad de la novelista.
Situada en una casa de veraneo, Ozon nos pone en escena a un dúo que hace la combinación perfecta y los ingredientes necesarios para la película: Charlotte Rampling, quien en toda la plenitud de su experiencia sigue gozando de una presencia impresionante, una profesionalidad maestra y un cuerpo admirable, y Ludivine Sagnier, joven, hermosa, dando sus primeros pasos en la actuación, seduciendo en todo momento. De esta forma explora los recónditos mundos del espíritu femenino y establece un juego de reflejos y paralelismos, de proyecciones e influencias.
La historia irá evolucionando desembocando en el thriller psicológico. El uso de la ambigüedad se demuestra en cada momento y resignifica cada escena. Con un ritmo pausado, la película avanza con solidez demostrando elegancia y suspenso a la vez. La aparición de un final abierto le da la posibilidad al espectador de darle varias interpretaciones. Nada es lo que era.
No hay comentarios:
Publicar un comentario