lunes, 1 de diciembre de 2008

(LA PISCINA) (Swimming pool)


CALIFICACIÓN: MUY BUENA

Dirección: François Ozon.

Países: Francia y Reino Unido

Año: 2003.

Duración: 102 min.

Interpretación: Charlotte Rampling (Sarah Morton), Ludivine Sagnier (Julie), Charles Dance (John Bosload), Marc Fayolle (Marcel), Jean-Marie Lamour (Franck), Mireille Mossé (Hija de Marcel), Lauren Farrow (Julia), Sebastian Harcombe (Terry).

Guión: François Ozon y Emmanuèle Bernheim.

Producción: Olivier Delbosc y Marc Missonier.

Les recomiendo esta película para los amantes del cine francés y para aquellos que no lo son se pueden sorprender también. Se puede conseguir en DVD.
Aquí François Ozon sigue perfeccionando su estilo cinematográfico y ofreciéndonos momentos de buen cine en películas que, nos hablan con un lenguaje excéntrico, con una sensibilidad incomparable y nos devuelven el placer del cine que nos moviliza, nos hace pensar y nos deja con la sensación de replantearnos una y otra vez las diferentes instancias de la narrativa del film.
El director francés vuelve al terreno del suspenso con una piscina, dos mujeres y un molesto cadáver como elementos principales. Sarah Morton (Charlotte Rampling), escritora inglesa de novelas policíacas de gran éxito, viaja a Francia, a Lubéron, a la casa de su editor para descansar y escribir su próximo libro. Pero una noche, Julie (Ludivine Sagnier), la hija francesa de su editor, se presenta en casa y rompe con la tranquilidad de la novelista.
Situada en una casa de veraneo, Ozon nos pone en escena a un dúo que hace la combinación perfecta y los ingredientes necesarios para la película: Charlotte Rampling, quien en toda la plenitud de su experiencia sigue gozando de una presencia impresionante, una profesionalidad maestra y un cuerpo admirable, y Ludivine Sagnier, joven, hermosa, dando sus primeros pasos en la actuación, seduciendo en todo momento. De esta forma explora los recónditos mundos del espíritu femenino y establece un juego de reflejos y paralelismos, de proyecciones e influencias.
La historia irá evolucionando desembocando en el thriller psicológico. El uso de la ambigüedad se demuestra en cada momento y resignifica cada escena. Con un ritmo pausado, la película avanza con solidez demostrando elegancia y suspenso a la vez. La aparición de un final abierto le da la posibilidad al espectador de darle varias interpretaciones. Nada es lo que era.

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